La mujer caminaba por un centro comercial cuando se fijó en un cartel: una nueva floristería. Al entrar, se llevó un susto: no vio ninguna maceta, ningún ramo, ninguna cesta, pero era Dios en persona quien atendía detrás del mostrador.
- Puedes pedirme lo que quieras, dijo Dios.
La mujer contestó:
- Quiero ser feliz. Quiero paz, dinero y facilidad para hacerme entender. Quiero ir al cielo cuando muera. Y quiero que todo esto se conceda también a mis amigos.
Dios se media vuelta y abrió algunos botes que estaban en la estantería, sacó algunos granos y le extendió la mano a la mujer.
- Aquí tienes las semillas, dijo. Comienza por plantarlas que aquí no tenemos los frutos.